Conozca por qué
Miren bien lo que dicen, que solo de ello debemos ser esclavos.
Los hombres no son de paja ni las mujeres de telas, finas, elegantes. Y déjenme explicar. Somos niños que, bajo una máscara, no podemos salir de casa, esa es la ley del padre quien no puede dejar de preguntarse ¿en dónde gobiernan las leyes?, ¿dónde impera la justicia? Y cuál es la más libre. Con el cabello corto, algunos pelillos blancos, leves y bruscos dolores y cansancios cercanos al aburrimiento, él no para de recibir palos de un ciego que vapulea cada vez más con más tino y fuerza. ¡CRACK!
Se dice popularmente de Dios que lo que envilece y corrompe su obra no le agrada; lo que la embrutece le irrita. Si ha de haber ley, será universal y sin par, no la del más fuerte, no la de apoyo humanitario ni la de maldita la cosa que justifique al ‘‘capón’’ que, aprovechando la bendita suerte que lo coronó, haga sentir su presencia solo para anunciar que «eso» va a ser, porque debe ser, vulnerado y sino fatal. El tirano se presenta ante la ‘Divina Providencia’ para hacer de su palabra, la necesaria verdad. El pueblo está encerrado en sus casas, se cuida de una pandemia originada por una neumonía atípica. Pero el gobierno no tardó en poner a prueba su resistencia, su resiliencia y su paciencia. Apenas sus conciudadanos por amor se quedaron en casa para guardar y cuidar la vida de los demás conciudadanos. Pese a portar una máscara antifluidos, por armadura social, nadie esperaba que el gargajo lleno de ‘‘coronavirus’’ venga desde el interior de nuestras casas, expulsado por la Divina Providencia. Haciendo de la ley un chiste y ajustando las condiciones del país para que el encierro no sea para racionales sino para esclavos, sin valor, sin razón y sin voz.
Vd. Lenín Moreno, no sería más honroso regir un puñado de hombres y mujeres libres, hacerse querer de ellos y hacerse estimar de sus conciudadanos. Sepa que la queja es el consuelo de los tristes cuando la injusticia ofende ‘‘eso’’. Esto lo aprendí conviviendo en Malchinguí y lo valoricé en Quito, pero también entendí que, al final la queja es consuelo.
Fuente imágen: St. H